Soñar para vivir y vivir soñando

  Los sueños son producto de la mente humana; no son perfectos, pero son hermosos cual creación divina…
    Las tardes con mi familia siempre han sido un posible sueño, una poesía llena de palabras inconexas que solo tienen sentido para aquel que las pronuncia, repleta de un amor inmensurable que mi cerebro envía como señales cálidas a mi corazón, y desbordante de sensaciones ligadas a la esperanza y al positivismo. Las tardes con mi familia siempre se sienten bien, son incondicionales.
    Mi madre, por su parte, es una mujer cálida que no pasa de la cuarta edad, con ojos cual zafiros y piel blanca que tiende a ruborizarse con facilidad ante las palabras bonitas o los recuerdos vergonzosos, pero que no duda en alzar la voz para defender con orgullo lo que le parece correcto. Su contextura es delgada como la de mi hermana, y sus cabellos tan negros que no permiten distinguir entre ellos una sola hebra, pero con un olor a flores el cual mi olfato nunca logra ignorar.
    Mi hermana y hermano son unos pillos, chiquillos de corta edad que solo piensan en divertirse y ver la vida con colores, lo cual es justo lo que hacía a su edad antes de convertirme en un adulto amargado y miserable. Siempre me pregunto qué sería de la familia sin ese par; pequeños irremplazables que nunca nos permiten olvidar nuestra niñez, hermosa y única etapa de la vida; ellos que lucen tan parecidos a mamá, pero aun así llevan toda la personalidad de papá.
     Y mi padre, quien no por ser el último es el menos importante, es un hombre digno de admirar dentro de una sociedad en la que los hombres son mirados con recelo por sus actos, que en momentos tienden a ser creados por los prejuicios de la esta. Un hombre de virtudes e impune de sanciones morales, un hombre de amor y grata empatía, un hombre creyente del poder femenino y enamorado de su familia e hijos, aferrado a ellos como todos nos aferramos a la vida.
    Las tardes con mi familia son un posible sueño porque no hay límites en nuestra mente cuando se trata de pasar tiempo juntos. Corremos, jugamos, saltamos y reímos, pintamos algún mural o nos dedicamos a bailar y cantar a viva voz sin que siquiera la música nos opaque. Gritamos mensajes a las aves desde nuestro balcón y subimos por los camarotes para lanzarnos desde la cama de arriba simulando ser espías en acción... Muy seguramente un sueño no sería tan genial como la realidad, como aquellas hermosas tardes que no podría cambiar por nada. Sin embargo, todo tiene un fin; mi cabeza a veces duele, y dicho dolor usurpa mi diversión y acaba con mis ganas de seguir junto a ellos. ¡Lo odio con todas mis fuerzas!
    Por momentos, cuando duermo, empiezo a sentirme mareado debido a la fuerte sensación de estar sufriendo una migraña que no le deseo a nadie; mi corazón se acelera junto a mi pulso y el sudor cae de mi rostro como gotas gruesas y pesadas, tal cual como se siente mi cuerpo al despertar… Un posible sueño no puede ser tan genial como mi realidad, pero sin duda lo es, porque una vez que despierto me encuentro solo, en una habitación oscura y melancólica, sin oxígeno. 
    Las tardes con mi familia aquí no existen, no hay murales, ni música, ni risas o juegos, no hay nada; el silencio es tan fuerte que incluso supera cualquier ruido. Y si la pregunta es si alguna vez tuve una familia, la respuesta es afirmativa, pero no era ni de lejos la familia que en mis sueños dibujo cada noche: mi madre no era dulce ni empoderada, era voluble, manipulable y agresiva. Mis hermanos, al ser mayores que yo y crecer viviendo en soledad, se apoyaban entre ellos para agredirme y convencerme de que mi existencia siempre fue un completo error. Y mi padre, por supuesto, no se queda atrás, aunque no debería ni mencionarlo porque en realidad nunca estuvo allí, al menos no sobrio o en estado de coma por diversas razones que prefiero no enumerar, pues no terminaría. 
    ¡Es seguro!, los sueños son producto de la mente humana, o para hacerlo más complejo, un conjunto de acontecimientos sensoriales y cognitivos; no son perfectos, pero desearía que lo fueran, pues si viviera para siempre en mis sueños no recordaría la muerte de mi familia al despertar, ni sentiría tanto dolor en mi pecho por extrañar hasta el punto de desear morir, pero a la vez tanto regocijo por no estar junto a ellos. No son perfectos los sueños, pero son míos, mi única realidad, y por el daño que mis predecesores me hicieron, por obligarme a tener que soñar para vivir y vivir soñando, son hermosos cual creación divina. 

Vabril.


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