Veneno en los labios

 Mi puerta suena con tres toques fuertes 

que me congelan el alma y aceleran el pulso;

el sentimiento de no querer abrir se hace grande, 

pero el deseo de ver a la persona tras la puerta 

lo supera con creces. 


Me acerco con pasos lentos e indecisos a

esa puerta de roble que espera en silencio;

mi pulso se acelera y el tocar el pomo 

deja en mis manos temblantes una sensación

de picazón exasperante, sensación que,

por más agobiante, no deja de parecerme excitante. 


Dos pozos oscuros eran todo lo que mis ojos ansiaban ver;

una piel blanca y tersa era todo lo que mis dedos deseaban tocar, 

y unos labios rojos carmesí eran todo lo que mi boca

deseaba con premura besar. 


Darle rienda suelta a los impulsos

siempre ha sido mi mayor ganancia, pero esta vez 

no ha sido nada más que mi propia ruina. 

El haberme lanzado como un lobo hacia su presa,

el haber tocado esa piel con extremada posesión y 

haber besado esos labios con tanta ferocidad, 

fue mi fin...


Veneno en los labios, ¿quién lo diría? Si,

definitivamente el final más dulce. 


Vabril

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